Y, soltándola, le dijo “vuela, la libertad te pertenece” y el ave supo que era así, y que, a la vez, eso no era cierto. Y dijo: “vuelo libre, porque sé que pertenezco al mundo, y al mundo pertenece mi felicidad. Y el mundo y yo somos uno. Somos libres”.
Y voló.
Quiso, en su corazón, verle. Quiso, en su alma, encontrarle. Quiso, de verdad que quiso, ser feliz por encima de todo; porque cuando se es feliz, un pedazo de mundo lo es, y pronto, el mundo entero también.
“Vuela, la libertad te pertenece.” dijo. “Vuela, a mí también me perteneces, porque eres mundo, y yo también lo soy”.
Y voló.
Y en su corazón, entendió. A sólo pasos, le espera en el viento. De seguro, lo encontrará…
de camino al sol.
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